Los hábitos son esas acciones que, a base de repetirlas, se convierten en nuestra forma de hacer las cosas. Establecer rutinas saludables en la infancia, es una inversión en salud para toda la vida. El dormir bien, una alimentación correcta y un tiempo dedicado al juego y al deporte, son los pilares de una vida saludable.
Vamos a hablar de esos tres hábitos tan importantes: SUEÑO, ALIMENTACIÓN Y JUEGO. En edades tempranas, en la infancia, es cuándo ya debemos inculcar rutinas adecuadas para que el hábito sea correcto y saludable, no solo para el niño, sino para el resto de la familia.
HÁBITO DE SUEÑO:

Un porcentaje muy alto de niños, tienen dificultades para conciliar el sueño de una manera adecuada. El principal problema está causado por no haber aprendido a dormirse solos. Para facilitar este aprendizaje conviene tener en cuenta estas recomendaciones:
Niños menores de 3 meses:
- Distinción entre la luz típica del día y la oscuridad propia de la noche. El niño, desde los primeros meses, debe asociar que de día hay luz (evitar que el niño duerma durante el día en completa oscuridad) y que cuándo es de noche está completamente oscuro (no utilizar durante la noche pequeñas luces o luces indirectas de otras habitaciones).
- Diferenciar el ruido habitual en el día y el silencio que reina en la noche. Durante el día el niño debe aprender a dormir con los ruidos habituales que hay en una casa, voces que conversan, música, ruidos típicos de la cocina, etc. En cambio, durante la noche hay que procurar que los ruidos sean menos intensos, intentando bajar el volumen de la televisión, no elevando la voz… Siempre sin exagerar, no se necesita un silencio sepulcral para que un bebé duerma.
- Establecer la rutina de todos los días: un horario ordenado y repetitivo. Es muy aconsejable dejar el baño del niño para antes de su última toma de alimento. -El niño debe dormir en su cuco o cuna en la misma habitación que los padres, pero no en la cama con ellos. No existe ninguna norma establecida en cuanto al momento de realizar el cambio. La edad no es el único indicador, su grado de desarrollo y su temperamento, también influyen en la decisión. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, si el niño es lo suficiente grande para estar incómodo, si cuando está de pié, su pecho coincide con la altura de la barra horizontal superior, su agilidad para trepar, si se queda dormido solo o da problemas. No obstante, será importante que no coincida, por ejemplo con la llegada de un hermano o la escolarización, será conveniente separarlo lo suficiente en el tiempo, para que el niño no haga una asociación inadecuada. Necesitará un tiempo de adaptación, nosotros seguiremos con las rutinas, que le darán seguridad, procurando mantener el ritual de “buenas noches” al que el niño esté acostumbrado. Es normal que se levante o proteste, ahora tiene movilidad, pero manteniendo una actitud firme, con paciencia, conseguiremos que vuelva a establecerse el buen hábito de sueño.
A partir de esta edad:
Fijar una hora de dormir diaria. Se aconseja en invierno poner a dormir al niño alrededor de las 9. En verano es mejor retrasarla hasta las diez de la noche, dado que el día es más largo.
- Establecer una serie de rutinas previas al momento de dormir que deben repetirse a diario. Por ejemplo, leer un cuento antes de ir a la cama, decirle las mismas palabras. Siempre sin juegos ni acciones que puedan excitar al niño en los momentos previos al sueño nocturno. Pueden emplearse peluches, chupetes… que acompañen al niño mientras duerma.
- Diferenciar su habitación de otras estancias de la casa. Su cuarto es el lugar elegido para dormir, por ello el niño no debe comer en él. Debemos separar así la comida del sueño.
- Si el niño llora en el momento de dormir, puede deberse a diferentes causas que debemos solucionar antes de volver a acostarlo. Puede que necesite un cambio de pañal, que tenga frío o calor, que la última toma de alimento del día haya sido insuficiente y que el pequeño tenga hambre, que no se encuentre bien de salud, etc.
- En caso de que todo esté correcto y que el niño llore en el momento de dormir, tanto padres como cuidadores no deben acudir al primer llanto, quizá si damos un poco de tiempo no habrá más.
Las consecuencias más importantes del mal sueño de los niños son:
En lactantes y niños pequeños:
- Llanto fácil
- Irritabilidad, mal humor
- Falta de atención
- Dependencia de quien lo cuida
- Posibles problemas de crecimiento

En niños en edad escolar
- Fracaso escolar
- Inseguridad
- Timidez
- Mal carácter

En los padres
- Inseguridad
- Sentimientos de culpa
- Mutuas acusaciones de mimarlo (lo que puede erosionar la pareja)
- Frustración ante la situación
- Sensación de impotencia y fracaso
- Cansancio
Esto nos da una idea de lo importante que es para toda la familia un buen hábito de sueño.
HÁBITO SALUDABLE: LA ALIMENTACIÓN
No cabe duda de que, cuando los niños comen mal, la comida o la cena del día, pueden convertirse en un auténtico infierno.
En muchas ocasiones, el niño que come mal, es porque en casa hay unos hábitos alimenticios incorrectos. Si esto es así, lo primero será revisar esos hábitos para la familia en general. Los niños actúan a menudo por imitación y para que los pequeños mejoren su conducta alimenticia, es necesario que todos en la familia coman lo mismo, que no haya excepciones para nadie.

La pirámide alimentaria ofrece unas cantidades y proporciones adecuadas. Hemos de tener en cuenta, las siguientes pautas:
- Más fruta y verdura. Consumir cinco raciones diarias de fruta y verdura.
- Menos proteínas. Reducir el consumo de carne a dos o tres veces por semana y tomar pescado en la misma proporción. Basta con comer cualquiera de estos una vez al día. Pero si tomamos de uno, no conviene hacerlo del otro.
- Más cereales. Deben consumirlos diariamente en forma de arroz, pasta o pan.
- Menos comida rápida. Limitar al máximo la comida rápida y la bollería industrial (contienen mucha grasa y calorías).
- También es importante hacer un buen desayuno para asegurarnos de que nuestro organismo obtiene los hidratos de carbono que necesita por la mañana.
LO QUE HAY QUE HACER
- Establecer horarios fijos para cada comida. Hay que acostumbrar al cuerpo a unos horarios y limitar el picoteo entre horas.
- Planear las comidas con antelación. Así suelen ser más equilibradas y completas. Podemos establecer un momento de la semana en el que diseñar el menú, y otro para comprar lo que necesitamos.
- Compartir al menos una comida familiar. Es una oportunidad de convertirnos en un modelo de hábitos para nuestro hijo.
- Empezar el día con un desayuno compartido. Sentados en la mesa, con alimentos energéticos pero saludables. A veces es interesante levantarse un poco antes a cambio de este tiempo en familia.
- Disfrutar de la cena todos juntos. Es un momento muy positivo para educar y estrechar vínculos. El niño por imitación aprenderá con facilidad a comer correctamente, interiorizará normas sociales y de comportamiento.

Hacer las comidas más originales y apetecibles. La monotonía en la mesa produce insatisfacción e induce al picoteo.
Si a pesar de esto, el niño es inapetente, solo come lo que le gusta, no quiere probar cosas nuevas o tarda en exceso, vamos a comentar unas pautas para intentar cambiar su actitud:
- Limitar que el niño coma entre comidas. Incluso en el caso de que se den cosas sanas (frutos secos, fruta, queso,…), pueden provocar que el niño llegue a la hora de las comidas principales sin apetito. Se puede enfrentar a las quejas ignorando la demanda o utilizando la técnica del disco rayado (por ejemplo diciendo “no comerás nada antes de tiempo” cada vez que pida algo).
- Si es posible, dejar que el niño ayude en el momento de preparación de la comida, esto le puede motivar a la hora de probar o comer un plato que el mismo ha contribuido a preparar para toda la familia. Le resultará más difícil rechazarlo.
- No forzarlo a comer. Esto puede provocar un ambiente tenso y hostil que le puede llevar a aborrecer sentarse en la mesa. Muchos padres además pierden la paciencia y meten prisa al niño. Es importante dejarle el tiempo que necesite para comer.
- Limitar las elecciones. No hay que preguntarle al niño si quiere verdura, se le dirá, por ejemplo, ¿quieres guisantes o pimiento?
- Añadir a la comida más variedad y menos cantidad. Ayuda más ofrecer variedad y texturas diferentes que no aburran al niño, hacer menús más atractivos y divertidos, pensar en los colores y la distribución en el plato. Se puede, por ejemplo, dibujar con kétchup una carita alegre en el puré o en la sopa, disponer las verduras en forma de flor o dejar debajo del plato una sorpresa que solo podrá descubrir cuando haya terminado (una pegatina, un dibujo,)
- Las distracciones a la larga no ayudan. La hora de la comida es importante. Ha de reunirse con los mayores para que entiendan que también se trata de un acto social y afectivo. La tele o los juguetes le distraen, pero le hacen perder el interés por la comida. Es más agradable que sea un momento agradable de reunión, hablar y bromear con él, conseguir que el acto de comer sea una forma de relacionarse.
- No abusar de los triturados para introducir alimentos que los niños rechazan o para adecuar la cantidad de comida que los padres consideran que es la que tienen que ingerir. No es mala idea, pero conviene no abusar. A medida que el ritmo de crecimiento se va estabilizando, disminuye también su necesidad de alimento. Esto puede acarrear digestiones pesadas y falta de apetito en las comidas siguientes y además no acostumbra al paladar al gusto de los alimentos puros. Un niño no puede llegar a gustarle, por ejemplo la cebolla, o el pescado, si nunca lo prueba a solas, no educaremos así su paladar.
- No prestar atención. Muchas veces la resistencia del niño a la comida se mantiene por la atención que obtiene no comiendo. Esto se puede invertir evitando sistemáticamente toda referencia a la comida y al comer durante unas semanas. Ofrecer al niño raciones pequeñas y no haga comentarios acerca de lo que come o no come. Sin embargo, darle atención en el momento de terminar, jugando a algo juntos, contarle un cuento, …
- No ceder. Los niños son capaces de manipular a cualquiera y muchas veces consiguen lo que quieren con la insistencia. Nunca ceder ante su chantaje emocional. No cambiarle el plato por otro que le gusta más, tampoco ceder en cuanto al picoteo entre horas.
UN BUEN HÁBITO DE JUEGO:

A veces escuchamos a padres que dicen: “mi hijo no sabe jugar”, “no se entretiene con nada”, “no quiere jugar solo”,…. Esto es porque no tiene un buen hábito, no se le ha enseñado o no se le ha aportado una buena guía para que se convierta en algo placentero para todos. Jugar es hacer algo con el fin de entretenerse o divertirse, tomar parte de una actividad organizada, con unas normas concretas y cuyo fin último es disfrutar.
En este punto trataremos de ver qué hacer para que esta actividad lúdica resulte un hábito saludable, como qué hacer para obtener del juego todo lo que puede aportarnos para ayudarnos a la educación del niño: es decir como herramienta que potenciará su aprendizaje y desarrollará su capacidad de atención.
La atención es un factor de maduración que nos permite seleccionar los estímulos que percibimos y centrarnos en aquellos que consideramos más útiles o interesantes. Consideramos que tiene una importancia primordial en el aprendizaje. Por lo que es uno de los objetivos más importantes a conseguir en estas edades. Con un buen desarrollo de esta, conseguiremos que el niño aprenda a concentrarse, atienda al aprendizaje y este sea efectivo. Sin atención no se puede aprender.
No podemos perder de vista que en este momento evolutivo muchos errores en el aprendizaje no son sino falta de madurez o de desarrollo de la atención, la cual podemos estimular a través del juego.
El objetivo será controlar la dispersión propia de la edad, para aumentar su capacidad de atención sostenida y selectiva.
Para ello debemos:
- Permanecer, en distintos momentos del día, guiándole el juego.
- Compartir con él actividades de juego de modo que con la ayuda del adulto, consiga divertirse a la vez que trabaja y aprende, jugando.
- Dedicarle un tiempo determinado a cada actividad: al principio este tiempo será corto, a demanda del niño, y poco a poco, su capacidad de atención irá aumentando, permaneciendo concentrado cada vez periodos más largos.
- Es muy importante, que si estamos con una actividad, no tenga a su alrededor, las demás, es decir, en el momento de jugar por ejemplo a un puzle, el niño solo tenga delante el puzle, hasta que se canse y cambiemos de actividad.
- Es conveniente, de la misma manera, que si está viendo algún ratito la tele, que este tiempo no sea excesivo y además que sea exclusivo, es decir que no este haciendo a la vez otra cosa, por ejemplo jugando con muñecos, saltando por la habitación,… intentaremos que atienda a la historia, en actitud tranquila y sentado. Para ello quizá tengamos que estar con él, dándole un modelo, sentados, tranquilos y atendiendo. Si no es así, la tele se apagará y se le propondrá otra actividad.
- En los momentos de juego libre, fomentarle que juegue a cosas concretas, no es conveniente una habitación llena de juguetes, en la que él se dedica a desordenar y tirar, mejor se le saca lo que quiera para luego guardarlo y sacar otra cosa, sino estaremos fomentando la dispersión.
De esta forma conseguiremos al final, buenos hábitos de aprendizaje, buenos hábitos de conducta, frente a las tareas que tiene que enfrentarse desde pequeño, estimulándole para que vaya utilizando su tiempo con actividades que además le resultan placenteras.
El deporte es una forma de juego en equipo o individual, que le ayuda a integrar normas, y a compartir momentos con sus iguales, además de transmitir valores. Es interesante introducir estos momentos también desde pequeño, para que forme parte de sus rutinas diarias.

PSIQOSOMA. Quart. Psicólogos
Ana Fontalba Serer
Paco Sanchis Benlloch
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